Mi mundo wasap
Cada uno tiene su manera de «matar las pulgas» con wasap.
En mi caso, clasifico a las personas según su apariencia, oficio y apodo.
Más práctico, rápido y seguro.
De ahí que mi directorio wasapfónico sea de lo más pintoresco.
Ejemplo: «Sobadora de pegas».
Aquí, a la hora de una emergencia ajena por paro intestinal debida a sobredosis de tocinos o chicharrones, tecleo «pegas» y listo.
Al toque me aparece en la foto su majestad la sobadora, una tal Chepita.
No hay tripa de mi vecindario, y de más allá, que no haya pasado por sus manos milagrosas.
Sin embargo, enterada por los pacientes de que yo la refería como «sobadora de pegas», me rogó hace poco que por favor la identificara como «terapeuta intestinal».
Se nos hizo ejecutiva la señora.
Otro ejemplo: «Señora de las patas».
Le doy clic y en su foto de perfil me sale ella bien solícita practicándole el pediluvio a un cliente que por dicha no soy yo.
Aclaro, por si acaso, que me hago los pies no por vanidad sino porque, a mi edad, ni me da la «bisagra» para llegarles a las uñas, ni la vista para cortármelas, amén de que por temblarme el pulso me puedo decapitar un dedo.
De ahí que, para mayor facilidad, la anoto a ella no como “Pedicurista» ni como «Cindy», su nombre de estilista, sino por su oficio, «Patas», atenido a que solo yo tengo acceso a ese directorio.
Pronto descubrí, sin embargo, que no solo yo hago eso, sino todo el mundo.
Una amiga me mostró uno de los suyos: «Señora de los pelos», su contacto más importante.
Se refería a quien cada dos meses le quita los pelos de la cara a punta de pinzas, cremas y oraciones.
Algo que hace sin fallar ante el horror de volverse mae.
Yendo de pie en el bus de Tres Ríos, a menudo alcanzo a leer de reojo cosas parecidas en los celulares de los pasajeros que viajan sentados:
«Oscar Amarraperros», «Pablo, el Sátiro Mosqui», «Olman cara de guaba», «Teresita, la Insópor», «La tolona que me hace ojitos» …
La gran pregunta es… ¿y cómo me identificarán a mí los que me hacen el honor de tenerme en sus wasaps?
«¿Columnista senil?».
«¿El pioresnada de doña Pilar?».
Por ahí debe andar la cosa, pero, diay, todos remamos en la misma lancha.
Tengo guardados también los contactos de gente que en algún momento me dio su número de celular, pero sin su nombre, asumiendo quizá que yo me lo sabría o recordaría.
Ante eso, los anoté a la carrera y a mi manera.
«Guatusa», exvecino de Curri.
«Pollote», mensajero.
«Chanchita», desatorador de excusados.
Una prima mía tuvo por mucho tiempo registrada a la suegra como «Doña Yaya» hasta que su pareja se enteró y la acusó.
Ahora la tiene como LTPC, pero ni a palos le dice a nadie lo que significa.
Haciendo mi propia deducción, esas siglas me suenan a «La Tal Por Cual».
Capítulo aparte merecen los chats grupales, igualmente célebres entre los wasapadictos.
El de mis excompas del cole se distingue por sus mensajes sobre rezos, trisagios, alabaos, diostesalves y estampitas de santos.
Hasta que, en una que va y otra que viene, alguno de ellos se manda con otra estampita, pero del «trasero» de alguna güila, y al diablo las indulgencias.
O el chat de las familias cuando están de vacaciones en la playa y se wasapean de cuarto a cuarto en la noche:
–¿Alguien vio mis chanclas?
–Yo no.
–Yo tampoco.
–Ni idea.
–Vi a un mapache con ellas.
–Como siempre, el chistosito.
–En el Luperón son regaladas.
–Por algo será.
–Huelen a sapo hervido.
–Te presto las mías.
–Apestan peor.
–(Aparece meme haciendo la mala seña).
O el típico chat entre condóminos:
–Estoy sin luz.
–Aquí también.
–Se acaba de ir el agua.
–La bomba no funciona.
–La planta tampoco.
–«Chirula» está atrapada en el ascensor.
–Desde aquí oigo sus chillidos.
–También los güevazos.
–Va a joder el ascensor.
–Hey, no tengo internet.
–Se fue el transformador.
–También el administrador.
–Auxilio, me quedé a medio bañar.
–Ya subo a ayudarte, preciosa.
–Sátiro.
–¡Hummm!
Pero nada como el caso del expositor de una videoconferencia que hace poco compartía su pantalla con 11 personas bien concentradas en su charla financiera.
De repente, se filtra el wasap de su esposa, o de la amante (estamos por confirmarlo) diciendo a toda letra en la pantalla…
«¡Mi amooor… te estoy esperaaando… aquí en el jacuzziiii…bien rasuradiiiitaaa…!».
El ejecutivo trató de matar el mensaje de inmediato, pero ya las redes estaban al rojo vivo.