Poner el pecho por Costa Rica
Gracias a ustedes, ciudadanos de bien, y solo a ustedes, el país está viviendo un cambio histórico.
Elegir de presidente en 2022 a un costarricense independiente y no a un político de la «barra» permitió cortar la saga de más de siete décadas de bipartidismo político en Casa Presidencial.
Haciendo real el dicho aquel de nuestros abuelos de que «a cada santo le llega su día».
El poder de ustedes, lapicero en mano, trazó ese año un antes y un después en nuestra vida republicana.
Le dijeron «¡basta!» a la clase política tradicional que, engolosinada con las mieles del poder, hizo mesa gallega durante todo ese periodo con el patrimonio nacional.
Pasando por encima de la constitución y las leyes que, con una mano en alto y la otra en la billetera, juraron respetar.
Y pasando igualmente por encima de la ética, moral y principios que deben distinguir a todo prohombre público.
Desde hacía mucho tiempo al ciudadano le había llegado la hora de quitarse esa losa de encima, y cuando lo intentó dos veces votando por el PAC, jamás imaginó que este fueran las sobras del viejo monstruo.
De ahí que lo ideal en democracias como la nuestra sea ir refrescando o al menos despercudiendo, cada cierto tiempo, a sus líderes de primera línea antes de que también empiecen a oler feo.
Como ocurrió precisamente ese mayo de 2022 cuando asumió el poder un ciudadano de gran rodaje mundial, con sus defectos y virtudes, pero enamorado a muerte de la Costa Rica sana y llana, sin zonas VIP para el puñado de la élite.
En otras palabras, lo que nunca iban a hacer por ellas mismas las viejas, apolilladas y corruptas estructuras partidistas, lo hizo el pueblo en un santiamén: fumigarlas.
Un triunfo histórico, sin duda, con segunda parte cuando en las elecciones de 2026 el «rodriguismo» logre, además de repetir en Zapote, una mayoría legislativa contundente.
Para completar las reformas que le devuelvan al ciudadano de a pie la vida digna y preciada que merece, pero que le arrebataron las élites duras y puras del poder concéntrico.
¿Cómo lograrlo?
Pues cerrándoles la llave maestra de los privilegios a todos los poderes e instituciones de la república, cuando no clausurando el montón de estas que sobran y pesan como una lápida.
Si bien es imposible el Estado perfecto, es factible el Estado selecto con sus mejores servidores públicos poniendo siempre el pecho por Costa Rica.
Diferenciándola de tantos países de nuestro vecindario latinoamericano, víctimas hoy también de la patológica ambición de familias poderosas y políticos iluminados cuya consigna es hacer clavos de oro con el sudor del ciudadano.
Un Estado selecto, además, cuya principal virtud sea una honestidad siempre bien escoltada por la entrega, la eficiencia, el talento, el carácter y el emprendimiento de la nueva clase dirigente.
Una sociedad que sepa conciliar los cambios tecnológicos vertiginosos que su avance y desarrollo demandan, con los más altos valores cívicos y humanos esenciales para que prosperidad y justicia nunca se separen.
Esta es la transición que hoy está empezando a vibrar en el corazón del país a través de un equipo de gobierno llamado a liberar al ciudadano de las fauces del Crimen Político Organizado.
Ese que, armado de cuatro garras: política, empresarial, mediática y narco, son la tiranía solapada que durante años redujeron a mendigo al verdadero dueño de la institucionalidad: el ciudadano de a pie.
De ahí la maravilla de que de la propia entraña de ese ciudadano humilde de las zonas rurales, golpeado por el abandono y la crueldad de esa élite, haya surgido el embrión del cambio.
Ningún movimiento ni doctrina política se había aquerenciado tanto tiempo en el poder como el bipartidismo que, desde 1948, venía repartiéndose el país a manos llenas.
Ni siquiera los liberales llegaron a tanto (1870-1940) cuando, debilitados por la nueva coyuntura política y desafíos de la época, fueron desplazados por los reformistas sociales.
El día que como ciudadanos labriegos nos convenzamos de que delegar el poder será siempre un arma de doble filo, dormiremos por el resto de nuestras vidas con un ojo abierto.
Mande quien mande, somos, a fin de cuentas, el principal agente de cambio no solo eligiendo a los mejores líderes sino exigiéndoles absoluta lealtad a la patria.
De modo que, en enhorabuena esta transición actual hacia la Costa Rica grande que queremos bajo la consigna de que, a la hora de rompernos el pecho por ella, todos somos obreros comiendo del mismo guacal.