¡Ese beso extraviado!
Estaba yo esa mañana en el parque de Nicoya cuando una dama de traje blanco inmaculado se me acercó y, con gran sigilo, me dijo algo muy al oído.
A la vejez, espuelas
La vejez pasa por varias etapas y me acabo de enterar de que estoy en la última. En la de cuando, de noche, me empiezo a asustar de mí mismo. Nadie nunca me lo había dicho.
¡Ya está amaneciendo!
Es mucho el camino que aún queda por andar, pero se siente ya el repunte de la Costa Rica que cambia y se renueva para bendición de todos. El olor a la Costa Rica fresca del amanecer, de tierra joven, flores silvestres, aguas diáfanas y paisajes vírgenes.
Finde tico en Miami
Oleadas de ticos se atropellan los fines de semana para irse de compras y aventura a Miami. Evocando los legendarios años setenta cuando medio país se embutía en un avión de LACSA para traerse de regreso la Navidad entera. Solo que ahora se ha puesto de moda viajar en vuelos tipo «Periférica»…
Mis peripecias con Bukele
Reconozco hoy aquí que la noche de la cena en honor del presidente salvadoreño Nayib Bukele, en el Teatro Nacional, hice trizas el primer mandamiento de mi moda personal: «No usarás traje entero ni corbata». Si algún experto en estética me hubiera observado…
¿Me aceptás como tu novio?
Aquella lejana noche de diciembre de 1963 llegué con tabaquillo y canillera a la casa de la muchacha decidido a «declarármele».
¡Quién no recuerda esos años mozos de la «marcada» en casa de la novia en medio de grandes peripecias para ese primer beso inolvidable con abrazo y apañe!
Mi columna en peligro
Paso por la pena de anunciarles hoy que esta columna corre peligro. La razón es muy simple: su proteína, la palabra, está cada vez más escasa. Peor aún, en vías de extinción en el mercado del pensamiento, las ideas y las imágenes.
Reencuentro al anochecer
Uno de los privilegios de la vejez es que, cuando ya todo el mundo partió, reaparece de súbito nuestro otro yo. Y reanudamos la conversación que habíamos dejado trunca desde niños cuando la realidad nos separó y llevó por caminos distintos.
Ni soy de aquí, ni soy de allá
Ahora casi no salgo de casa porque afuera en la calle me esperan siempre cosas cada vez más extrañas. Debe ser por la progresiva incompatibilidad entre mis ochenta y el mundo hipermoderno de gente y tecnologías que me hacen sentir algo alienígena en mi propio solar.
¿Y si me allanan la casa?
Guía especial para los señores del OIJ en el evento de que también quieran allanar mi casa con instrucciones del fiscal general.
Trifulca en las alturas
Confirmado: estoy muerto. Lo sé porque desde acá acabo de perder todo contacto con la Tierra y el universo interestelar.. Ya nada de ustedes me llega: ni letanías, ni púdretes, ni vigilias, ni indulgencias ni buenos deseos para que descanse en paz.
Desde el más allá
No sé si esta columna les llegará a ustedes hoy, algún día o nunca, pues esta vez se las he tenido que transmitir desde el más allá. Y como acabo de llegar aquí y no estoy familiarizado con las redes astrales de esta nueva dimensión, ignoro la suerte final que la pobre correrá.
Mi yo vegano
Me hice vegetariano la mañana en que mi abuelo le estiró el pescuezo a una gallina y mi madre la desplumó y desguazó para el arroz con pollo de las visitas. Me sentí horrible porque las 14 gallinas de mi casa eran mis mejores amigas, cada una con nombre propio, y ese día, sin saber yo para qué, mi abuelo me ordenó: «Hijo, traeme a la Chola».
A mi patria en su día
No es lo mismo celebrar la fiesta patria que hacer fiesta con la patria. Este domingo se rendirá homenaje a nuestros héroes inmortalizados en el Monumento Nacional. ¿Sabrán los diputados, quienes sesionan a escasos cien metros de allí, lo que esa gesta histórica significa?
La dinastía de los burócratas
Con la misma mano con que don Pepe abolía el ejército de militares en 1948, encendía a la vez la mecha de otro, pero de burócratas. Tan repudiable el que se iba como el que llegaba. Porque hoy, tras el pasamontaña de la institucionalidad, el nuevo ataca, saquea y tiraniza al país.
Mi Mata Hari al acecho (Parte final)
Cuando al mediodía llegué con la carta a Azafrán, en Plaza Mayor, me recibió una Luisiana diferente: ansiosa, inquieta, tensa. Al verme se puso de pie y me saludó de beso en la mejilla como anticipándome un agradecimiento por algo que para mí era un sinsentido.
Mi Mata Hari al acecho (primera parte)
Lo último que me faltaba como periodista era que me tendieran una trampa de faldas, escotes y curvas. Algunos de mis adversarios políticos, incómodos con las columnas que les dedicaba, lo habían intentado casi todo para su dulce revancha.
De pleito con «La huesuda»
De tanto hablarles aquí a ustedes de la vejez, mi vejez, ya siento susto de mí mismo. Viéndome en detalle, me espanta saber que todo o parte de lo que cargo dentro de mi ser tenga ya 80 años de andar mundaneando.